domingo, 14 de diciembre de 2008

Historia


Ella abrió la puerta de aquel auto en el que había viajado minutos que le parecieron eternos. Apolló sus negros zapatos de charol en la acera y su vestido de lentejuelas negras saludó a la noche. Con una amplia sonrisa despidió al taxista y emocionada caminó a la puerta de aquel restaurante. Las columnas doradas y la alfombra que allí había la hacía sentir una veradera princesa. Ella había esperado días, meses, y hasta quiza ya un año, para aquel encuentro. En la puerta del lugar un hombre de traje negro y corbata negra la recibía. Ella decidió preguntarle si el hombre de la mesa siete ya había llegado, y la respuesta fue no. Entonces se sento en los escalones del restaurante con las ansias más a flor de piel que nunca. Horas después... sus zapatos se hallaban llenos de rocío, su vestido ya no irradiaba ilusión, y sus ojos morían de desilución. Había esperado tanto tiempo para aquel momento, había soñado todas las noches como transcurriría la cena, que diría en distintas situaciones... pero nunca había imaginado lo que haría en un momento como en el que se hallaba. Oiga... ¿Le sucede algo? - susurró una voz masculina. La mujer alzó la vista con desgano, y sus ojos se encontraron con otros de color miel. Ella sonrió y respondió -No... estoy bien, no se preocupe. -Claro que me preocupo, su rostro no irradia ni un poquito de felcidad. Venga, la invito a comer. Ellos tuvieron una velada hermosa, el hombre era educado y muy dulce. Cuando estaba por llegar el postre que habían ordenado minutos antes, la mujer decidió agregar algo. -Sabes... Esperé tanto para estar aquí contigo... ¡Casi todo un año soñando con lo bien que hoy lo pasaría! Sabía que a partir de hoy, mi vida cambiaría para bien. La persona resultó no ser la misma, pero la sensación quedó intacta.

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